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jueves, 24 de agosto de 2023
jueves, 27 de abril de 2023
El Coctel del Amor
Collage mal hecho para representar el escenario con mi terapista |
Yo no sé nada del amor, pero me encanta hablar de eso como
si supiera. Bueno: Un joven entra a un bar y se encuentra con su terapista (Qué
hace la terapista en un bar a las cuatro de la mañana en bata de hospital, no es
mi asunto) se sienta junto a ella y piensa en ahorrarse la consulta. El barman
dice “¿Lo de siempre joven?”. “Impertinente” le responde. “Sírveme la copa
loca, sí esa con el guineo y yogurt griego”. La terapista enjuta y cansada dice
que igual le va a poner sus seis long island a su cuenta. El joven se traga un
trozo de banana y dice: “Bueno, ¿entonces cómo era que era un amor de los
buenos?”.
Algo le dijo en el baño justo después de que le hiciera mal
la copa loca. ¿Qué fue lo que dijo? El chuchaqui lo despertó en el piso de su
casa, y también le devolvió la memoria, y las tres palabras que dijo la
terapista que componen un amor sano: Eros, Philia y Ágape. ¿Walter Riso?,
probablemente. No importa que suene como trago de Nabón, o que parezcan nombres
de una película de Harry Potter. El joven recordó además la sesión número algo
en la que la terapista le decía que si la pasión de eros, comulga con la
amistad de philia y el compromiso desinteresado de ágape tienes lo que vendría
siendo el coctel del amor. El joven tembló, sudó, todo le dio vueltas, y vomitó
bilis.
En teoría el amor ideal tiene el equilibrio de una torta de
chirimoya de El Zaguán, la delicadeza de una tartaleta de arándanos de Simple
Bakery, y la lujuria pornográfica de una hamburguesa de Simple Cocina Creativa
(Pide la Díme que sí). El joven después de tomarse un alka-seltzer post amor
observó muchas parejas interactuar entre sí. Parece que es un tiempo difícil
para el compromiso. Según datos el INEC en recientes años los ecuatorianos más se divorcian que se casan. Es entendible, si tu pones el Netflix y yo el HBO es
no es nada equitativo. Te recomiendo la cancelación de tu suscripción a esa
relación.
Este post es sobre amor por supuesto, no sobre matrimonio.
Eso es otra cosa, y ya sabemos que el promedio de duración de estos son de 15
años en nuestro país. El mismo tiempo que Ecuador no enfrentaba su peor temporada de lluvias. Ya ni carreteras tenemos.
Volviendo a las analogías espirituosas. El amor puede ser
como un coctel mal mezclado. Desequilibrado, muy fuerte, muy suave, o feo. Si
tu amor es como la mezcla del amable, al menos pide un combo con tabacos. Yo no
vine a juzgar sus mezclas pero estaba pensando que la mezcla ideal es mucho
para ser humano. No justifico que tu relación sea un whisky con Mcgregor y sin
hielo, no. Lo que el otro día discutía con la Jose en el cumpleaños de la Laura
fue sobre las relaciones ideales vs las humanas.
El joven no sabe qué fue de la terapista ese día. Tampoco
sabe cómo es que llegó a su casa. Lo que ahora sospecha que sabe es que las
relaciones ideales son muy lejanas de la realidad. Y por eso surge la pregunta.
¿Una relación donde hay posesión, egoísmo, celos y más en pequeños niveles podría
ser sano para una relación? Por ejemplo: ¿El tipo de posesión que te coge la
mano en público, o que dice que tú eres su novia? A veces tu pareja solo quiere
oír eso para ser feliz. ¿El tipo de egoísmo que prefiere pasar un fin de semana
solo contigo hablando, teniendo sexo, cuidándote, cocinándote, ayudándote, pero
solo los dos? Puede que tus amigos ni noten que no estuviste en esa fiesta ese
finde. ¿El tipo de celos que pide un poco de atención después de que estuviste
conversando por tres horas con otros tipos? Podemos pasarnos bien junto a tus
amistades también, no hay problema, hay confianza.
El joven se quema con el café recién servido. Poco o nada puede hacer para saborear la copa del magnífico café que está en su mesa. Si los celos, la posesión, el egoísmo queman probablemente ya no disfrutes ese café. Para apreciarla debes dejar que se enfríe un poco. De esa manera podrás degustar todo el sabor y los detalles de esa relación. Con el café. Ya dije que no sé nada del amor, pero que me gusta hablar como que supiera.
jueves, 18 de agosto de 2022
El Juego de la Silla
(Primer collage no sean duros conmigo ) |
Uno de los factores de éxito de una reunión depende de en dónde
están sentados los invitados. No siempre puede ser como en una boda donde pones
estratégicamente a familiares, y amigos. A veces es pura suerte.
Pero no voy a escribir desde el que invita, sino desde el
invitado que quizás no lo piensa con tanta anterioridad, pero que tiene unos
micro segundos para escoger en dónde se va a sentar. Esos micros segundos que
cuentan desde la entrada del lugar hasta llegar a la mesa de la reunión son
casi definitivos. Cada paso inflige más presión y quizás una mala decisión.
Hay de varios tipos que reduciré a dos: Buenas y malas. Las
buenas terminan en “hay que repetir” y las malas. Las malas… las malas son tu
culpa porque en esos micros segundos de caminata a la mesa de invitados te
sentaste sin pensarlo, así sin más como cuando vas a votar en las elecciones
presidenciales. Ya cagaste el país, al menos no la cagues en ese cumpleaños.
Obviando cualquier protocolo formal que no aplica a una
reunión de amigos, se sabe que mientras más pronto llegues más cerca de la
persona homenajeada estarás. Ahora si no tienes tan buena relación con esa
persona mejor llegar un poco tarde con algún amigo que sí te cae bien.
Pero y qué pasa si quieres conversar con alguien en especial
pero llegaste tarde porque dejaste todo para el ultimo, como la tesis. Dejar
ir. Sí, ya fue, te tienes que bancar a los panas satélites. Que son “ni fu ni
fa”, nunca hablas con ellos, pero ahí están orbitando. Al menos tienen los
tabacos que nunca compras por tu cuenta.
Resiliencia. Siempre se puede ver el lado bueno de estar
sentado justo a lado de la persona que más habla. No para ni para mandarse los
tres shots de cortesía. Lo bueno es que puedes pasar desapercibido si no te
gustan los reflectores. Igual ya se saben tus chistes, y no quieres hablar de
tus series culposas… ¿Working Moms?
Digamos que te toca al medio de dos amigos que quieren
conversar. Esa es otra de las peores desgracias. Lo segundo peor en la escala
del violinismo, y más aún si la persona que te gusta es la que te ignora. ¿Cómo
salir de esas? Riega el trago. Nunca falla. No mentira. Ríndete campeón,
tampoco uno es tan loser de decir “siéntense juntos mejor” nooooooo. Retroceder
nunca, estorbar siempre. Ya se va a ir alguien al baño igual. No lo
desperdicies, como desperdicias la plata en trago.
Bueno este blog no es Cosmopolitan, peor el Manual del
Manuel Carreño. Solo quiero dejar claro que el éxito de ser invitado a una
reunión depende de ese número finito de pasos mientras te acercas fatídicamente
a la mesa. Éxito o fracaso, a la final es el juego de la silla, alguien siempre
se cae.
lunes, 6 de junio de 2022
Pánico en la Montaña
A la naturaleza se la relaciona comúnmente con sensaciones
de paz, tranquilidad, equilibrio, pureza, etc. Hay otras palabras no tan
populares con las que también se la relaciona, y que pocos suelen comentar. Una de
ellas es el miedo.
Se dice que el personaje en el que se inspiró Spielberg y
Lucas para crear la historia de Indiana Jones fue el estadounidense Sylvanus
Morley, arqueólogo y espía en la primera guerra mundial. Mi imaginario sobre un
espía y arqueólogo no me permite divagar sobre la torpeza o los miedos que un
personaje así podría tener. Indiana Jones es un ejemplo estereotipado del
aventurero sin miedo.
¿Te imaginas al audaz
Thor Heyerdahl asustado en su Kon-Tiki en el océano? ¿Un Edmund Hillary
abortando misión en medio camino a la cima del Everest porque le dio pánico? ¿O
un Neil Armstrong aterrorizado en medio del espacio a punto de llegar a la
Luna? A todas estas preguntas la respuesta es un rotundo no.
Heyerdahl en sus memorias “Tras Los Pasos de Adán” se lo descubre como un niño con miedo a la oscuridad, incluso al agua. De Hillary se
supo que las dudas y los miedos nunca lo abandonaron hasta llegar a la cima. De
Neil Armstrong se decía que tenía pánico escénico, y que después de algún
tiempo del alunizaje tuvo un tratamiento psicológico para tratar una depresión
post hazaña.
Edmund Hillary y Tenzing Norgay, Neil Armstrong y Thor Heyerdahl |
Son algunos nombres legendarios de la historia de la
aventura humana, que aunque son eternos, también demostraron ser vulnerables.
Yo no me comparo con ninguno de estos buenos hombres ni mucho menos. Pero sí he
experimentado el miedo en mis aventuras.
En el 2015 viajé a Perú para conocer ese hermoso país
vecino. En Huaraz, al norte de Perú, en mi camino a la Laguna Churup, sin agua
y sin comida (una tontería de mi parte), me encontré en media montaña
totalmente solo, con un viento brutal, helado y ruidoso que me obligó a sacar mi
móvil y escuchar música para liberarme de ese estupor en el que caí.
En el 2019 tuve la oportunidad de subir a la cumbre del
Cotopaxi con mis amigos. El entrenamiento lo hice en las cercanías de Cuenca,
en el cerro de Monjas, en el Sagrarrumi en Barabón, y el Parque Nacional El
Cajas. Paraguillas es uno de los sitios perfectos en el Cajas para entrenar
altura y aclimatación. Esos días estaba terminando una relación sentimental, y
decidí ir solo a Paraguillas, mi caminata estuvo normal en un día frío y
ligeramente lluvioso, pero empeoró muy cerca de la cumbre. Lluvia, un fuerte
viento y una tormenta eléctrica me obligaron a desistir de esa cumbre que
conozco perfectamente. Ese día mi mente se llenó de pensamientos negativos,
tanto que me temblaban las piernas y no podía dar un paso. Salí de ahí al borde
del pánico, y en el auto me reproché mí avanzada en ese clima tan poco
favorable.
1. Empezando el viaje a Perú 2. En camino a la laguna Churup 3. Un buen día en el Cajas pre Cotopaxi |
4. En alguna montaña del Azuay |
¿Qué es lo que estaba sintiendo?
Miedo
¿Cómo es mi miedo?
Empiezo a pensar en que podría accidentarme, que cómo podría salir de ahí si
nadie sabe que estoy ahí, tampoco tengo señal en mi celular ¿Cómo me van a
encontrar? Recuerdo a conocidos caminantes de mi ciudad perdidos, accidentados
o muertos en sus recorridos. Mi ansiedad roza el pánico. Empiezo a sentir un leve
temblor en mis piernas, el miedo, el pánico pretende estacionarse en mí. Mientras
el miedo avanza mis ojos empiezan a arder, y me desespera que quieran cerrarse.
Ante mi falta de “cabeza” y renunciando a mi ego, mi ambición de llegar a mi
objetivo, simplemente abandono y regreso. Me reprocho esa actitud y me
sorprende mi falta de serenidad, de calma, y temple. Me cuesta admitir que tuve
miedo, que perdí el control.
No podía identificar el origen de ese miedo hasta ahora. Algunas
frases me daban alguna pista. Me
encontré con:
“We must take the feeling of being at home into exile.We must be rooted in the absence of a place.” -Simone Weil
Accepting Responsibility. Here, you focus on being responsible for the situation, rather than assigning blame, wishing that the situation was otherwise, or hoping for magical deliverance. Blaming, wishing, and hoping take power out of your hands. Accepting responsibility comes to terms with the objective information you gather about the risk. -Arno Ilgner
Pero no es sino hasta que veo el video de “Espíritu Libre”
que tengo una respuesta. Es el sobrenombre de un holandés viajero, un youtuber
que se llama Martijn Doolaard, que realizó un viaje desde Vancouver a la
Patagonia en bicicleta. El describe las experiencias en lugares desolados como
abrumadores y dice sobre el desierto:
“The scary
thing about the desert is not the silence, is not the fear of having not water,
the drought, and it´s not the thunderstorm, it´s the lack of control over what
you´re going to do… and there´s just nothing there, but you and the stars, and
it can kind of freak you out… and you are physically very alone and if you
freak out, you don’t´ have the choice… and that lack of control is sometimes
very frightening”
“La falta de control”. Esta es la frase que me devolvió la
tranquilidad. No necesito estar en un desierto en la mitad del camino entre
Vancouver a la Patagonia para sentir esa falta de control. La pude sentir
varias veces en estas experiencias que acabo de describir, incluso en otras en
mi vida cotidiana.
Entender de dónde viene ese miedo en la soledad de la
montaña me da tranquilidad. No es el tipo de saber que los viajeros comparten
con frecuencia, y agradezco a “Espíritu Libre” por exponerlo tan abiertamente.
Les dejo el video más abajo para que lo revisen.
Mi larga relación con el miedo siempre ha sido constructiva. Esta no es ni la primera, ni la última vez que voy a sentir miedo. Yo no soy un aventurero sin miedo como Indiana Jones, me parezco más a Heyerdahl con miedo al agua, a Hillary lleno de dudas, y Armstrong con pánico escénico.
Comparto
este texto con ustedes que espero que les sirva en sus viajes más tranquilos,
como en los más audaces. Será un gusto leer sus experiencias de viaje al aire libre en los comentarios.
sábado, 23 de enero de 2021
El Sabor del Cariño
(Ilustración: Claudia Fuentes)
Ya mucho antes de marzo del 2020 todo tema estaba envuelto en
enfermedad. No voy a hablar con datos contundentes sobre la pandemia, o sobre
estos días tan agridulces. Este es un texto que pretende conectar con la niñez.
La enfermedad siempre estuvo presente en mi vida de niño. Guagüito, flaquito y enclenque, llorón y mal genio. Yo era el
azote de la tranquilidad de toda mi familia. Recuerda mi madre, frunciendo la
cara, mis atinados berrinches inconsolables cuando llegaba mi padre del
trabajo. ¿Qué le hicieron a mí guagua? ¿Por qué está llorando? Preguntas que
nunca tendrán respuesta.
Amigdalitis. Cuando ya podía recordar alguna cosa, a mis
tres años, viene a mi memoria la imagen de mi abuela diciéndome que me quiere
mucho en el comedor de la casa. Mi abuelita Michi. Su gato negro se me abalanzó
en su casa, porque yo lo miraba fijamente a los ojos, no sabía que lo
desafiaba. No hay trauma, me gustan los perros en todo caso. Otro de mis
recuerdos es el de mi médico, el Pancho. Parecía que siempre estaba al pie del
cañón, listo para salvarme. De voz profunda y grave, alto y flaco, pero no
enclenque, tampoco imponente, con anteojos de viejito de película, pálido,
cabello castaño, corte formal clásico y serio, bigote bien cuidado, cualquiera
diría que es un académico aburrido. Quizás sí, pero me salvaba después de la
llamada de los padres.
¿Diagnóstico? Amigdalitis. Todo a esa edad termina en
“itis”. Amígdala, del griego amygdale, almendra, por su parecido con ese fruto.
A mí siempre me parecieron enormes, como cacahuates, y cómo no, si las tenía
hinchadas constantemente. Y ahí es donde empieza a aparecer el sabor del
cariño.
Amigdalitis. Aparecía y me enviaba a la cama de mis padres,
porque no hay mejor cama para recuperarse, grande, y tiene la mejor tele. En
ese estado se sueña mucho, pesadillas, recuerdo algunas tan incoherentes.
Despierto, veo de reojo el velador que tiene una radio, libros delgados que
nunca se leen, una cajita pequeña para las monedas, billetera, tarjetas, y
pastillas blancas y enormes, un jugo de algo para pasarlas, y entre todo eso,
lo que más me curaba… la gelatina, la gelatina de piña.
La Mari, mi querida amiga nutricionista, me dice que la
gelatina es una proteína de mala calidad. Si reviso los ingredientes,
encuentro, sin sorpresa, colorantes artificiales amarillo número 6, y 5, y que
ni siquiera tiene saborizante a piña, el resto es peor. Pero me cura. Enclenque
y tembloroso, nadando en fiebre, y con dolor de almendras, el sabor de la
gelatina de piña cumplía una vez más su labor curativa. Eso y la docena de
antibióticos que me tragaba dolorido.
Enfermo y con el cuello hinchado, me despierto otra vez,
ahora el velador no tiene gelatina de piña, sino una atractiva jarra de vidrio
de forma esférica con un cartoncito que indica el sabor a manzana del
contenido. Yo no era fan de la manzana en mi niñez, y peor si venía en frasco
de vidrio. Mi viejo me decía que eso me va a hacer bien, zas un bocado. Sabor
más a remedio que a jugo. El viejo me contaba que le daban ese “elixir” cuando
estaba enfermo, y aseguraba sus beneficios curativos. Me estaba hablando del
sabor del cariño, no siempre sabe bien, y a veces incluye cuestionables cantidades de azúcar.
Existen otros casos de cariño en los que la enfermedad viene por separado. Entra el café con leche que hace mi madre. Solo mencionar “la hora del café” debería causar buenas sensaciones en usted, grato y nostálgico lector. La hora del café es casi sagrada, y ritualística, en especial en los fines de semana. La madre pone a pasar el café, el aroma inunda el hogar, sus habitantes empiezan a rondar la cocina, algunos se acomodan listos para ser servidos, otros ayudan, quizás haciendo sánduches de queso, o estorbando en el sutil camino de la madre líder que ya prepara la mezcla final con leche y azúcar. Un manjar. Escribir esto aumenta mi sistema inmune.
Soy intolerante a la lactosa, y ya no tomo bebidas con
azúcar. Las cosas que me hacen bien, me hacen mal. El café con leche que hace
mi madre no es ese postre que describo; es un abrazo familiar, es la
conversación, la sensación de bienestar que causa que la familia se junte, es
la suma infinita de buenos momentos, es un dulce, una golosina para el alma.
Pocas veces le he dicho que no a ese ritual. La última tentación…
Intenté hacerlo por mi cuenta muchas veces. Utilicé métodos de medida muy precisos. Imposible. La receta secreta es el amor. Tan cursi y simple como eso. No es la calidad, ni la marca. Podría ser la gelatina más barata, el café de promoción. No lo cambio por nada. Reconfortante y acogedor, ese es el sabor del cariño.
Te invito a buscar estos sabores en tu memoria, y si te animas a que me los compartas.
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La ilustración a cargo de Claudia Fuentes. Puedes chequear su cuenta en IG: @clau_fuentes_
martes, 22 de septiembre de 2020
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En el capítulo anterior vivimos ¿a tope? la vida con Windows
95. Tenía solo 13 años. Pero no todo termina ahí, una cosa era, por fin, tener
un computador en la casa, y otra tener un computador en la casa con internet.
Bienvenidos nuevamente al jardín de la memoria donde la imaginación interviene
solamente por motivos cinematográficos.
A los 13 años me interesaba mucho la música de Oasis, aún
tengo casetes grabados de lado y lado con “Stand By Me” eso nos sitúa en 1997,
para mí solo existe la radio 949, y uso bolígrafos para retroceder las cintas.
Ya derrocaron a Abdalá por loco, y empezó una ronda de destituciones presidenciales
que duró años. En mi casa también nos íbamos derrocando el turno para usar el
computador, la preferencia la tenía la “dictadura” de mis padres claro. Tres
hijos y una computadora, era una invitación al Kumité. Y se iba a poner peor, y
el país también.
Había que hacer los deberes, y si la enciclopedia de la
familia no era suficiente tenías dos opciones: Encarta Multimedia, o seguramente
pisaste un Café Net, fuente del preciado internet que aún no era tan fácil de
tener en casa. Aquí se puso curiosa la historia.
Seguramente cada vez son menos los que recuerdan el sonido
del modem telefónico conectándose al internet, glorioso y dramático sonido,
dopamina a tope. Aparece en muchos momentos de la cultura pop por ejemplo: en
la película The Matrix de 1999, o en la canción “Freeek!” de George Michael.
Cuenca tenía en los noventas varios proveedores de internet,
recuerdo ETAPA, Satnet, y Telconet. Las buenas conexiones estaban destinadas a
empresas, y oficinas gubernamentales, al mismo tiempo, empezaron a aparecer
claves de internet de sabe dios quién, que terminaban siendo de uso colectivo.
Claves veíamos orígenes no sabíamos.
Un buen día deciden poner internet en la casa. Yo estaba
listo, pero no para lo que el Daniel tenía preparado. Juegos vía modem.
Ya sabíamos desde un principio que esto no iba a ser barato.
Así que probamos con un juego que se llama Descent, un shooter de naves en el
espacio, podíamos jugar entre nosotros desde nuestras casas, inteligencia de
verdad. Nuestra emoción fue directamente proporcional a la ira que tuvieron
nuestros padres al ver la cuenta telefónica. Teníamos que turnarnos, y además
jugar a altas horas de la noche para que nadie se le ocurra usar el teléfono,
porque se desconectaba. Empezó con Descent, después otros incluyendo Doom, o
Warcraft.
La adolescencia es una etapa de experimentación, y si a eso
le añades acceso a internet en la casa… adiós The Film Zone. Las fotos nunca se
cargaron más lento, al mismo tiempo que nunca causaron tanto suspenso. Las
razones eran académicas por supuesto. ¿Cuál era el top of mind de los 90s? Playboy “Click here, click here”.
Y los chats internacionales. Empecé usando el mIRC,
predecesor del ICQ. No sé ni cómo es que llegué a esos programas de chat, ni
cómo terminé reuniéndome con una señora que conocí en el ICQ, que me mostraba
orgullosa las fotos de su hija de mi misma edad. En esa época conecté con
varias amistades internacionales que aún continúan. El mundo es el límite. ¿Recuerdan
la línea aquella de Jurassic Park en la que el Dr Ian Malcom dice que la vida
se abre camino? ¡Totalmente! La vida se abre camino, y busca la colisión, sale
a su encuentro. ¿Latin Chat? ¡Cuándo un chat intergaláctico! Futurama.
¿Les dije que sabíamos que todo esto iba a salir caro? El
predecesor más caro a esas edades fue el MemoBox, pero no podíamos jugar vía
modem en el MemoBox. Entonces el castigo. Chao internet, venga tarjetas de ETAPA
y café nets. De consuelo tenía el MTV de los noventas, las series de Sony, y la
increíble oferta animada de Locomotion. Algunos usábamos Netscape como
navegador Web. ¡NETSCAPE!
Esos mediados de los
noventa vieron nacer eBay y Amazon. Yo tenía una desconfianza con eBay, además
de que mis viejos no me iban a prestar una tarjeta de crédito para mis
exploraciones, Amazon ni siquiera estaba en mi imaginario de posibilidades. Para
todo esto se necesitaba al menos tener un e-mail. Aun uso mi primera cuenta de
Hotmail. ¿Yahoo!? Ese estaba destinado a los registros de dudosa procedencia.
El tiempo pasa tan rápido como en esa época de presidentes.
Aparecieron los blogs, Bill Clinton y Mónica Lewinsky nunca lo olvidarán. ¡Yo
hice este blog en 2007! Las novedades nuevamente con Windows 98, nació Google,
con el Daniel escuchábamos el Ok Computer, tomó su tiempo asimilarlo… ¡Échale
SimpleText de Macintosh!
“Fitter,
happier
More
productive
Comfortable
Not
drinking too much
Regular exercise at…”
El “Feriado” estaba en camino. The Matrix era “the new shit”
con sus preguntas filosóficas “Who Am I?” y sus innovaciones en el cine. Salió
ese “You Get what You Give” de los New Radicals, pero seguro no se referían a
los Isaías, ni a Mahuad.
Por otro lado, había rumores de que podíamos descargar
música gratis desde el internet. ¿Música gratis? No se diga más. Así empecé a
usar LimeWire. Napster, el pionero, me llegó mucho más tarde, cuando ya estaban
en litigios legales. Era joven pero ya me preocupaba el tema de la libertad en
la WWW. Empecé a usar Napster, “traicionando” mi fidelidad por el LimeWire, con
la idea paranóica de que en algún momento la policía iba a tocar a la puerta de
la casa para encerrarme por piratería. Hasta me imaginaba que me perseguían por
la calle mientras caminaba, practicaba mis métodos para perderlos entre la
gente como Jason Bourne, solo que aún no estrenaban esa película, así que mejor
como Gene Hackman en Enemy of the State. Aún no veía Hackers. ¿Qué le pasó a
Jonny Lee Miller? Yo me bajaba dos canciones del internet, y ya me creía un
renegado del sistema.
Unos meses antes de la dolarización se estrenaba la que iba
a ser la mejor película del cine ecuatoriano “Ratas Ratones y Rateros” de
Sebastián Cordero, con una banda sonora maravillosa que incluye a Sal Y Mileto,
y Sobrepeso entre otros. Recuerdan “Fin del Milenio” que parecía llegar como
para cerrar un ciclo. Yo seguía castigado usando tarjetas de internet de ETAPA,
y en las noticias anunciaban cuatro cosas: La dolarización, el Jubileo 2000,
Windows Millenium(el peor jamás creado), y el fin del mundo con el Y2K.
Nos graduamos en el 2000. El Daniel y yo ya estábamos en la
salida del colegio para celebrar, se acabó una etapa. Yo dije “somos libres”
pero con emoción artificial, el me preguntó si sentía algo diferente, yo le
respondí que no, como que me daba lo mismo. Millenials a la espera de la odisea
del 2001.
lunes, 14 de septiembre de 2020
1Q95
Mi generación ha sido afortunada de vivir demasiados cambios en poco tiempo. Esta es una de esas historias que empieza porque yo no podía dormir a las tres de la mañana, mi amigo Juan Francisco pescó, y respondió mi tweet, recordándome que Windows 95 cambió el mundo.
Esto nos traslada al pasado. Yo era un chico de 13 años, joven
e insolente, que tenía que imprimir sus trabajos del colegio en algún Café Net,
lugares de uso masivo donde te cobraban por el tiempo de uso. Recuerdo que siempre
me dieron curiosidad los computadores, aunque me daban más curiosidad los
juegos que tenían.
En clases del colegio íbamos a la parte del fondo del
laboratorio de computación para poder jugar Jetpack, Prince, Ken, Another
World, FIFA, Mario, Wolfenstein 3-D. En ese Windows 3.1 era más fácil ocultar los
juegos en las carpetas. Tocaba pelearse un poco para poder jugar un buen turno.
Si bien ya había los conocidos “vicios” estos lugares con consolas de videojuegos
donde pagabas para jugar por hora, los computadores te podían dar más independencia
para jugar, pero no éramos tan conscientes de eso a esa edad. Salvo por mi
amigo Paúl que ahorró casi toda su niñez, y se convirtió en el primero de todo
el colegio en tener una computadora de escritorio. O fue un gran mito.
Más tarde conocí al Daniel, que tenía una Compaq Presario de
algún tipo, después de clases íbamos a su casa a jugar Doom 2. Un shooter, en
el que un tipo con escopeta se la pasa descerebrando a punta de disparos a un
montón de demonios, que de vez en vez, te daban un buen susto. ¿Alguien le ganó
al demonio final? ¿O usaron el buen “iddqd”?
Por fin me llegó la hora. Mis viejos deciden comprar nuestro
primer computador. Una Compaq Presario de algún tipo, sí, en Repycom ahí en la
Solano. Decían que eran careros, pero qué importaba ya tenía una computadora en
la casa con todas las posibilidades a mis pies. A darle palo al pack de discos
multimedia con un montón de juegos horribles en los que no se podía hacer nada,
y además eran extremadamente educativos. Todo mal. Pero todo iba a cambiar
gracias al Guido (nuestro técnico hasta ahora) que en pocos días nos iba a
traer el nuevo y flamante Windows 95.
El Guido nos muestra esta caja blanca con el preciado CD. Se
tardó un buen tiempo en instalar esta joya tecnológica, yo estaba desesperado
por ver qué hace. Lo hizo. Nos explicó un par de cosas, y a monear. Ok, ¿y
ahora? Seguía usando el mismo pack horrible de juegos que tenía. Así que como
cualquier “mono con huevo” tuve que llevar el preciado CD a clases a mostrarle
al Daniel, quien sería el técnico real no oficial de esa Compaq.
Andábamos por ahí presumiendo el Windows 95, solo el Daniel
sabía realmente cuál era el potencial de ese sistema operativo. Yo andaba por
ahí presumiendo, pero también rezando que mis viejos no se den cuenta de los múltiples
paseos que ese CD disfrutó.
Estamos en mi casa con el Daniel después de clases, prende
la compu, suena el famoso Microsoft Sound, truinnn truannnn tin tin tin tin,
sonido creado por el músico y productor Brian Eno, 3.25 segundos de pura
modernidad y futurismo, tiny music, y saben qué, el Microsoft Sound fue creado en una MAC, es más, a Brian Eno ni siquiera le gustan otro tipo de computadores.
¿Sacrilegio? Sí, pero eran los noventas, aun no podíamos con la verdad.
El Daniel que compraba la revista PC World ya sabía un par de trucos, le hacía decir a su compu "fresco con mi compu" cada que cometía algún error, también sabía que el CD de Windows 95 viene con sus “fun stuffs”. Lo multimedia estaba en auge, y claro el CD-ROM. ¿Qué tenía de divertido el famoso Windows? Videos. ¿Alguien ha escuchado a Eddie Brickell? ¿Good Times? ¿Nadie? No está mál, mañana en El Interruptor. También vino con el video de Weezer “Buddy Holly”, tanto nos gustó que el Daniel sugirió que le pongamos de inicio ni bien se prenda la compu. Eso fue un problema porque mi familia tenía que aguantarse a Weezer cada vez que querían usar el equipo. Ese chistecito solo me duró medio día.
Pero había más, el tráiler de esta película Rob Roy que no me causaba ningún interés, y ahora veo que es con el gran Liam Neeson, ya estoy lo suficientemente viejo para verla. También incluye un juego que se llama Hover!, no merece ningún comentario.
El Daniel se encargó de instalar todos los juegos
anteriormente mencionados. Fue un largo camino, ya podía asustarme con DOOM 2.
Que instaló con varios disquetes, antes era un lujo extremadamente exclusivo
tener esos juegos.
Pero las innovaciones no solo se enfocaban en los juegos,
sino también en herramientas más útiles como el paquete de Office que incluía
procesador de palabras, hoja de cálculo. Word y Excel ¿Qué más podías pedir? La
era de Word Perfect y Lotus terminó.
Nosotros nos enfocamos en el DOS, porque desde ahí los
juegos funcionaban mejor. El Daniel aprendió a crear menús en DOS para escoger
el juego que queríamos usar. Genial. ¿Que qué tiene que ver Windows 95 en todo
esto? ¡Nada! Aprendimos a usar mejor el DOS.
Esto nos devuelve al presente, el Juan Francisco me dice en
un audio de Whatsapp que Windows 95 cambió el mundo. Sin duda. Vivimos en un
mundo creado a través de la ventana de Bill. El Daniel y yo teníamos 13 años
cuando Windows 95 entró en nuestras vidas, aun no dimensionábamos lo que podía
pasar, aun no estábamos listos para esa conversación, y peor para su publicidad.
Pero bueno, a lo que vinimos:
C: \cd Doom2 (enter)
C: \Doom2>doom2.exe(enter)