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viernes, 28 de abril de 2017

Un Gato Vegetariano


Ilustración: Isabel Mardonez
Instagram: devilcrayon


El gastroenterólogo desde un inicio trató de impresionarme con su pantalla táctil. Tecleaba mi nombre con sus dedos índices. De la misma forma ingresó el diagnóstico en mi ficha médica. No sé si intentaba hacer tiempo o en verdad falló la clase de mecanografía de primero de básica. El hombre corpulento y vozalón emitió por fin el veredicto. Gastritis crónica. Así empieza una historia de terror llena de drogas, sobriedad, celibato y vegetarianismo.

 “Old Habits Die Hard” canta Mick Jagger para la banda sonora de Alfie, una película sobre un borracho, galán, mujeriego con buen gusto. Nada que ver conmigo. “Find what you love and let it kill you” decía otro borracho nada galán, más bien desagradable, pero adorable Charles Bukowski. Sabias palabras que me guiaron a este extraño camino de redención involuntaria.

La gastritis crónica puede devenir en úlcera y en casos graves podría llegar a cáncer. Robin Warren y Barry J. Marshall identificaron en 1982 la "helicopbacter pylori" una bacteria que puede vivir en el entorno ácido del estómago y que es causa de gastritis, o úlceras. Ese descubrimiento les significó un Premio Nobel de Medicina. Yo no tengo este huésped gracias a Ford, aunque después del diagnóstico me prohibieron beber alcohol, cafeína, fumar, comidas grasas, entre otras delicias de un mundo feliz. No podía caer en peor momento, se venía Navidad, Fin de Año, mi cumpleaños, y Carnaval. La Isabel me dijo que este será un muy buen año para mí por todos los sacrificios que he hecho. Ok. ¿A qué hora empieza lo bueno? Cuando escribí más arriba sobre drogas me refería a las que el médico prescribe, no esas que te pegas todos los fines de semana en Girón.

Anthony Bourdain describió a los veganos como “…as enemies of everything that´s good and decent in the human spirit.” No necesito llegar a ese extremo, ya es demasiado renunciar a mis grandes amores, específicamente mi reciente affair de siete años con el gin, mi eterno apego al café/capuccino, y mi adicción a la carne, pan y arroz de este mundo.

¿Cómo sabes que los viejos son viejos? Porque hablan de crimen y enfermedades todo el día. Desde este pasado noviembre me encuentro balbuceando de un solo tema en todas las reuniones sociales: Gastritis y cómo curarla. El detonante obvio de todo esto es producto de una cortesía. Dicen que estamos en crisis, pero a mí nunca me dejan de ofrecer trago. Cuando me niego a los placeres del alcohol todo es malas caras, reacciones de pena, y curiosas recetas milagrosas bajadas de alguna iluminación celestial, el “diablo” del Omezol, o una Tripa Mishqui. Las noches nunca fueron tan aburridas y bien intencionadas.

El otro día visitaba por el cumpleaños de una amiga el Zoociedad. Un antro en donde las clases sociales se pierden en un fraterno y denso olor a comunidad, con un playlist que no ha cambiado desde que tengo dieciocho años. Seguro bailaron la Pantera Rosa versión salsa, y sus impulsos más hippies aparecieron al son de Bob Marley, o Mano Negra. Un sobrio en Zoociedad es como un hípster al reguetón. ¡Sáquese! Mis visitas al “bajo” mundo no han sido iguales desde hace meses. ¿No queda más que embriagarse de felicidad? ¿Y si me acostumbro a esto? No.

¿Y el sexo? El sexo llegó a un nivel extremo alarmante. Cero por ciento. Nadie la invitaría a una noche loca de infusiones. A menos que seas su mejor "amiga" y le hagas a la pijamada. Si el objetivo es coquetear no tienes futuro. “Nadie empezó una aventura bebiendo un vaso de agua” me dijo Érica ebria afuera de un bar del centro. Maldita degenerada. Llámame.

La aventura más grande a la que he estado dedicado últimamente, a falta de otras mejores, es la comida saludable. No significa que este blog vaya a incluir recetas, o que cambie de categoría a gastronomía, no. Ahora me la paso preparando quinua, avena, desayunos con fruta y más avena, festivales de infusión con miel. Me disfracé de vegetariano, para descubrir que cuando vas a un concierto no tienes opciones saludables, te encuentras con un montón de embutidos, gaseosas, dulces, pan blanco. ¿Les parece exagerado? Es vital tener opciones saludables en eventos que congregan mucha gente. Somos lo que comemos, por eso tienes forma de hamburguesa, y hueles como una.

Igual extraño la carne, el café, el gin, el tabaco. No voy a dejar de ser carnívoro, por ahora el experimento saludable va por buen camino. Bienvenida esta temporada estilo purgatorio por todos los crímenes que cometí en contra de mi humanidad. Por ignorancia, a veces sabiendo. “Old Habits Die Hard”. Le dije al Topher que esto me pasó por “la mala vida”, él me respondió que más bien fue “la buena vida”. A la que espero volver después de redimirme.

Hoy tuve cita con el vozalón del gastroenterólogo, perdió de nuevo mi ficha médica en su computadora de pantalla táctil. Aun me quedan unos meses de tratamiento. ¿Qué podría malir sal?


P.D: Deje su cura para la gastritis en un comentario.

martes, 18 de abril de 2017

Una calle de personajes, herederos y soldados


     Un ejercicio asignado por el entonces profesor de redacción. La tarea: investigar la calle Benigno Malo, entre Gran Colombia y Simón Bolívar.


***




El Dr. Benigno Malo me recibió en su casa ubicada en la calle que lleva su nombre, o mejor dicho, el nombre de su ancestro, Benigno Malo Valdivieso. Su casa es de origen colonial, y fue construida por Benigno Malo Tamariz, es una obra de adobe y bahareque, de gran tamaño que siempre ha estado en poder de la familia Malo. En los tiempos de fundación, ese sector estaba destinado para vivienda de un español llamado Gonzalo de las Peñas, quien fue el primer Alcalde de Cuenca.

La calle Benigno Malo se llamaba calle del Toril que recuerda el lugar en el que se guardaban los toros de Lidia. Después se llamó Boyacá, lugar histórico en el que Simón Bolívar derrotó a los ejércitos realistas. En 1930 se le llama Benigno Malo Valdivieso, en honor al ilustre cuencano, legislador, y primer rector de la Universidad Estatal de Cuenca.






















El agente personal de Simón Bolívar, Luís López Méndez, formó el Batallón Albión que fue integrado por voluntarios de Inglaterra, Gales y Escocia. Este grupo contribuyó en las guerras de independencia del país. Muchos soldados se quedaron a vivir aquí después de la Batalla del Pichincha. Es así que en nuestra ciudad existen apellidos como Harris, Talbot o Webster. Harris fue uno de los propietarios de la casa que hoy pertenece a la Cooperativa Jardín Azuayo, antes del Banco del Pacífico que fue dirigido por un costeño a quién un miembro de la familia Malo le vendió la casa.

En 1840 ocurrió un terremoto de grandes magnitudes en Cuenca, como resultado La Iglesia de la Compañía que estaba ubicada en la calle Padre Aguirre quedó destruida, y varias casas cuarteadas. Un trabajo para “El Médico de las Casas”. Juan Stiehle, hermano redentorista de origen alemán, que tenía conocimientos de arquitectura, y le fascinaba el estilo francés, estuvo a cargo de realizar varios edificios emblemáticos de la ciudad, entre ellos, La Catedral nueva. Del Parque Hotel & Suites (Antes Casa Arce) también estuvo a cargo del alemán, dicha casa no siempre fue de la familia Arce, Manuel Arce compró ese terreno a la familia Malo, el lugar albergaba pequeños negocios, después de su demolición construyó en 1903 lo que hoy se conoce como Del Parque Hotel & Suites, de estilo francés gracias a Stiehle. Cómo particularidad, en 1915 el municipio premió a sus dueños por haber contribuido al patrimonio de la ciudad. Manolo Montesinos, descendiente de la familia Arce, me comentó que los techos y las cenefas fueron traídos desde Francia, los mismos se mantienen en perfecto estado.





















































































La planta baja de Del Parque fue sede del primer banco de la ciudad de Cuenca, el Banco del Azuay, fundado en 1913, y estuvo en esa dirección hasta 1929, 16 años. El banco tuvo accionistas destacados como: Federico Malo Andrade,  Roberto Crespo Toral, Alberto Muñoz Vernaza, Rafael María Arízaga, Hortensia Mata de Ordóñez, Octavio Vega Garrido, Remigio Crespo Toral. Su presidente fue Federico Malo, y su gerente Roberto Crespo Toral. Esta esquina ocupó también el almacén de José Eljuri, llamado de la misma manera. Posteriormente sería la emblemática foto tienda Lumino Foto Silva, de Julio Silva, que sería remplazada por una heladería.

A la derecha Casa Sojos de aspecto colonial ubicada justo al lado de la casa de la familia Malo, alberga una historia más reciente. En 1978, Mihael Kriegel, empieza su negocio, una heladería que será recordada por muchos, por mucho tiempo. Heladería Holanda, estuvo en la calle Benigno Malo por 32 años, alquilando el lugar a Eva Klinkicht de Tamariz, Cónsul Honoraria de Alemania en Cuenca. La familia Klinkicht heredó la que hoy no ha dejado de ser la Casa Sojos. La Heladería Holanda dejó ese sitio, más adelante desaparecería ese conocido negocio.






























Al frente de estas casas coloniales se encuentra la Casa Tosi, un gran comercio textil que data de 1926. Carlos Tosi Siri deja su natal Italia para asentarse en Ambato, después llegaría a Cuenca en donde coloca su negocio de cuerda y elástico. El negocio fue mejorando y creció, así en 1935 llegan las primeras máquinas trenzadoras, y el 11 de abril empieza la producción en el patio de la casa, en donde estaban los barriles para fermentar el vino de la familia, así nace Pasamanería S.A., emblemática empresa de la ciudad que ha dado y sigue dando trabajo a mucha gente. Casa Tosi ocupaba lo que hoy es una tienda de zapatos de accionistas norteamericanos Payless, el parqueadero Tosi, y el Banco Capital. Casa Tosi ha sido un lugar de comercio, en épocas de fundación, ese sector estuvo asignado a Cabildo y Audiencia. Era un espacio de políticos y administración. Después sería de la familia Ordoñez, a la cual la guayaquileña Hortensia Mata se uniría después. Lo que hoy es Casa Tosi, fue hogar de Hortensia Mata. El famoso aviador italiano Elia Liut, quién fue el primero en sobrevolar los Andes Ecuatorianos, tuvo su recepción en Cuenca en esa casa.            

El Dr. Malo, recuerda la importancia que tuvo Hortensia en la ciudad, me cuenta que los habitantes de Cuenca buscaban el conocimiento, pero que vivíamos en condiciones precarias. Que  a las 6 de la tarde, había un desfile de la servidumbre para botar los deshechos de las bacinillas en las acequias, lo que generaba olores terribles en la noche. Hortensia Mata, tuvo mucho que ver con las mejoras sanitarias en nuestra ciudad.









































































La última esquina construida junto a Casa Tosi, pertenece al Municipio, fue la escuela Seminario para niñas, conocida también como Escuela Central La Inmaculada. Antes de ser un centro de educación, en los tiempos de fundación fue una cárcel, y luego un hospital. Cuando se decidió hacerlo escuela, el hermano redentorista Juan Stiehle, fue llamado a construirlo. Hoy la Escuela Central está remodelada por la Arquitecta Anita Asitinbay, ya no funciona como una escuela, ahora es el Museo de la Ciudad.
Queda decir que los trabajos de restauración redescubren datos sobre la historia de Cuenca. No es un secreto que hace muchos años, los habitantes de esos hogares escondían sus tesoros en paredes o los enterraban en los patios de la casa. Quizás lo que hoy sabemos sobre la calle Benigno Malo, entre Gran Colombia y Bolívar, cambie con el tiempo. Este sector está lleno de nuevos negocios, como Zona Refrescante, Tutto Freddo, Subway, Donuts o Café del Parque; el progreso se abre paso donde reside un heredero de ilustre linaje, el último Benigno Malo.


Comparto este pedazo de historia en el blog celebrando los 460 años de fundación de Cuenca. Curiosidad y orgullo. Te invito a que compartas la información de la calle de tu casa. ¿Qué sabes sobre ella? 





domingo, 9 de abril de 2017

Cochabamba, el corazón de Bolivia.

Llegué en la madrugada a Cochabamba, buscaba un hostal que encontré minutos antes en la guía de viaje “South American Handbook 2014” que llevé, buscaba el “Res Familiar Sabaya” ubicado en la 25 de mayo entre Ecuador y Colombia. El hogar me perseguía. Estaba algo perdido en un paisaje desolado y oscuro. El letrero del Sabaya parecía el de un centro de salud. Dudé, pero a las tres de la mañana poco me quedaba de melindroso.

Primer día de reconocimiento hacia la Plaza 14 de Septiembre (también Plaza Familiar) ahí se puede encontrar casas de cambio, bancos, varias cafeterías; mi preferida tiene un estilo antiguo y está detrás de la hermosa Catedral Metropolitana de San Sebastián. Ese día soleado pasaba de todo, habían protestas de un grupo indígena que se tomó una de las calles centrales, al mismo tiempo algunos desinteresados alimentaban a las tantas palomas que se agolpaban cerca de la fuente. Ahí estaba yo, sentado entre grandes árboles, (uno con un interruptor, sabe Dios qué prendía) con una buena sombra leyendo la prensa local, escogí el diario “Opinión”, que me sirvió para ahuyentar un par de palomas curiosas.














































































































































Visité el mercado “La Cancha” para abastecerme, y conocer la oferta alimenticia y cultural del lugar. Generalmente los hostales tienen una cocina para los turistas, así se puede ahorrar unos cuántos pesos mientras viajas. Una señora vendedora de emolientes, por alguna razón errónea, me preparó una bebida para curar mi homosexualidad. La tomé, supongo que ahora soy más hetero que antes. Compré mora, avena, y guineo para el desayuno. Pero el sabor de la mora no es mismo del Ecuador, por lo que no recomiendo el batido de mora. Ya eran las doce y me dispuse a comer un almuerzo. La cantidad de puestos de comida en el mercado son tantos que las señoras vendedoras se disputan  a los comensales. Yo llegué con mi look extranjero 2015 y claro que se dieron cuenta. No pasó ni  un minuto que salieron las señoras a jalonearme, fue un capítulo de Walking Dead, Resident Evil, el Papa de gira, todo junto, escogí a la señora que no me jaloneaba, le di mi mano y me salvó de los “zombies”. (Mientras tú me ignoras, las señoras del mercado me ofrecen hasta el postre) Mi delicioso cerebro comía tranquilo un “Trancapecho” que es carne con papa, huevo, arroz, ensalada, todo eso metido en un pan. Un Sillpancho metido en pan. Se come bien en los mercados, no lo dudes, no me enfermé nunca. A esas “Seños” siempre las extrañaré.


































Mi fama de mercado terminó, así como el día. La tristeza me llevó a buscar un bar a la vuelta de mi hostal. Un cartel decía Tequila 5x1. Entré en el “Vintrash”, me senté en la barra donde conocí a los anfitriones; Junior y Carlos. Cinco tequilas y conversábamos sobre lo que hay que ver, comer y hacer. Junior me explicaba que los martes son de Parlana. Un evento organizado por un italiano viajero que convoca en un sitio aleatorio a nacionales y extranjeros con el objetivo de conocer personas nuevas que quieren intercambiar lenguaje (Sí, eso se puede descontrolar). Cada persona se pone un sello de su país en el pecho, si quieres conversar o aprender, qué se yo… francés, te acercas a una persona con ese sello. Las reuniones son todo lo que te estás imaginando. Conocí al organizador con el que intenté conversar, pero fue imposible, le estaban metiendo mucho trago con un embudo. ¿Cómo no hablar en lenguas?              

El Vintrash es un bar con historia. El lugar ha acogido varios Djs y artistas, pero el dueño decidió abrir un segundo local en una zona más “caché”. El segundo Vintrash es más electrónico. Y la diferencia con el primero es que no es tanto una “cantina” sino más bien una pista de baile, perfecta para el “after”. Gracias a Junior y Carlos me dejaban entrar gratis. Ahí intenté disputarme los amores de una bella boliviana que era custodiada por su novio de cinco metros de Sudáfrica. En cambio conocí a una chilena con la que bailaba rodeado de las doce personas que asistieron ese día al lugar, y a manera de ronda de jardín de niños saltaban, festejaban (ebrios), y cantaban “…ven y dime todas esas cosas…”. Todos dados de la mano. El sudafricano también saltaba con ellos.

Junior y Carlos



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