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domingo, 17 de abril de 2016

La solidaridad se llama Carolina
































Nos dirigíamos a República Sur en búsqueda de un par de tragos. Cuando llegamos escuchamos que la gente hablaba de un temblor. ¿Sentiste? No. Ninguno de nosotros. Después de investigar sobre el hecho en Internet nos enteramos que el terremoto de 7,8 en la escalada de Richter tuvo epicentro en Esmeraldas a las 18:58, con casi 200 réplicas, algunas de 6.1 grados. Hoy ya se contabilizan más de 250 muertos y más de 2500 heridos. El sector del terremoto es una zona bastante vulnerable, debido a eso la terrible catástrofe.

Nosotros que no habíamos sentido el terremoto nos dirigimos a un sitio para comer algo. No pude evitar hablar sobre la desesperanza y resignación que tengo sobre los problemas del mundo en general. Que la política interesada, que los pocos poderosos, que la inestabilidad provocada, que el sistema, que el anarquismo, etc...

Creo que tuve una de las conversaciones más desalentadoras, tristes y resignadas de mi vida. Hasta ayer no tenía pensamientos muy favorables sobre la humanidad ¿Tenemos todavía algo de bondad en nosotros o ya somos solo un manojo de ideas cínicas?

Hoy mientras me indignaba leyendo los comentarios de chiste, burla, y de insensibilidad sobre el terremoto, no podía nada más que confirmar lo que tanto había hablado el día anterior. Entonces mi hermana, que es Scout, se preparaba para unirse a otros voluntarios que desinteresadamente estaban ayudando a organizar todas las donaciones para los afectados. Admirando su ejemplo decidí dar una mano también.

En el lugar había mucho trabajo por hacer. Separar la ropa que llegaba. Hombres, mujeres, niños, niñas, adolescentes varones, adolescentes mujeres, ropa de bebé, dejar de lado la ropa abrigada, y la ropa interior. Registrar la comida que llegaba. Registrar los medicamentos. Embalar por categorías y luego cargar a la volqueta. La cantidad de voluntarios hacía que todo sea mejor. Nadie recibía un pago ni nada. Estaban ahí aportando con su tiempo, fuerza, recursos. Pura solidaridad.

Yo ayudaba a separar tipos de ropa. Era inevitable imaginar quién en la familia hizo las fundas. Había muchas prendas para niños, niñas, bebés, ropa de mujer adulta. Seguro las madres de familia estaban armando esas donaciones. También se dejaban ver los aportes masculinos un par de camisetas de la selección del Ecuador hacían una suerte de metáfora de lo unidos que podemos ser en la tragedia.

Lllegaba mucha ropa para niños, y no podía dejar de sentir una mezcla de sensaciones de alegría y tristeza. Esa ropa pequeñita. En pocas horas una niña vestirá esa camisetita que lleva el nombre de su benefactora y un 20 en el reverso. Esa niña sabrá que la solidaridad lleva el nombre de Carolina.

Al terminar de separar la ropa de otra donación, vi una rosa de plástico al fondo de la funda. Esa persona que pensó que no solo era necesario la comida y la ropa... esa persona pensó que también era necesario algo de bondad, esperanza y amor. Admito que sigo conmovido por la generosidad de mi hermana, y de todas esas personas desconocidas. Gracias Joha, y los desconocidos por recordarme que aun tenemos cosas buenas adentro.





jueves, 14 de abril de 2016

Mirando el Machu Picchu


Las habilidades perdidas


Cerro Santa Lucía en Santiago de Chile







Cuando pensamos en tecnología por ahí se cruzan unos cuantos pensamientos negativos como Skynet y la rebelión de las máquinas,la inteligencia artificial, los robos electrónicos, chats culposos, relaciones digitales, y cómo nuestra memoria se nos va por el Internet. Muchos creen que nos deshumaniza.

En algunos foros, noticias y conversaciones dicen que el cerebro humano será más grande y que el humano del futuro será inteligente pero torpe y débil. (Seguro es fácil encontrar esos "estudios"). Aprendí hace poco menos de un año la filosofía que engloba a todas... "¿Porqué no?"

Pero lo que realmente deberíamos analizar son las habilidades que hemos perdido con el tiempo. No hablo de 2, 3 años, sino desde los inicios de la humanidad. En la ciudad en la que vivo es casi inimaginable que a alguien se le ocurra hacer su casa con sus propias manos. Algo normal en otros países como en Europa por citar uno. En mi círculo social es muy raro que alguien sepa cocinar. ¿Macarrones con queso? Por favor. Cada vez que salgo al patio trasero veo la estructura lista para colocar un tablero que me servirá para entrenar escalada. Ya ha pasado como dos años y eso sigue ahí, tengo pensamientos mixtos sobre si lo hará el carpintero, o un par de amigos y yo.

Pienso en esto, porque de alguna manera son actividades básicas que nos sirven en situaciones "triviales" muy comunes. Por ejemplo me encanta salir de excursión. Me he aventurado por algunos países sudamericanos y aunque no viene escrito en ningún lado está claro que se necesita un mínimo de requisitos, y no me refiero a los macarrones con queso. Cuando estuve escalando en Huaraz, Perú, tenía un refugio para descansar, comer, etc. Era lógico que debía saber cocinar algo. Y claro que "sabía". Unos fideos precocidos, agua hirviendo, por ahí unas frutas, atún, un té, listo. Mientras que los otros ocupantes de la cabaña preparaban en grandes ollas una cantidad de ensalada que podía salvar a un país tercermundista del hambre para siempre. Era un festín, y cada plato era mejor que el otro. Toda una experiencia en el cu.. del mundo. Y todo eso sucedía en modalidad supervivencia. No me quiero imaginar cómo serían sus vidas diarias. Mis fideos deshidratados eran un chiste a lado de esos manjares. Aprender a cocinar es más que supervivencia, es una obligación como ser humano.

Antes de mi viaje conocí a la QK, una artista de la ilustración, el cómic y la música. Su sensibilidad se extiende a las artes de saber comer. Cada vez que salimos me impresiona con su conocimiento de los sabores, y sus comentarios sobre cómo mejorar tal o cual plato. Supervivencia no significa que lo que vaya a hacer deba ser feo, a menos que sea Bear Grylls que hace y come lo que sea por la audiencia. Recuerdo a la Silvi cuando fuimos a escalar en Paute hace unos años. Me preguntó cuál era mi comida favorita. Se lo dije, y luego me preguntó si sabía hacerla. Y no. Es tan básico que hasta da vergüenza. Ya sé hacer una lasaña vegetariana gracias a la Carmen Lu.


Un visitante sentado en la cima de la Montaña Machu Picchu






Vuelvo al tema. Me hago esta pregunta. ¿Cuánto tiempo duraría solo en la naturaleza? No es necesario vivir en un tiempo como en los que representa muy bien Leonardo DiCaprio en The Revenant. Escogemos voluntariamente adentrarnos en las bellezas naturales que nos rodean, pero además de hermosas, son peligrosas. Nada tan mortal como encontrarse con un oso, pero recuerdo a unos jóvenes cuencanos que se aventuraron con sus motos y se perdieron en el Parque Nacional El Cajas, a una hora de cuenca, sobrevivieron a duras penas, quemando las llantas de sus motos. Buen susto nos dirían sus padres mientras los mandaban a la m/&$·. Aprender a orientarnos también es una habilidad básica y vital. Aprender a hacer un refugio improvisado hubiera sido de gran ayuda. Lo importante de saber usar herramientas y conocer algo de construcción. Pero es fácil decirle al maestro Juanito que haga la casa, que arregle el baño, el techo, el auto. Hay un maestro para cada cosa, y es además costoso.

Vivimos en ciudades de concreto con estilos de vida aspiracionales. Refugios de concreto donde la tecnología nos ha hecho cómodos e inútiles. Solo basta que algo te motive para cambiarlo. Solo que lo que nos motiva es tan banal como aprender a hacer una selfie para compartir en todas las redes sociales posibles, o ser más flaco solo porque gordo sería abominable, saber conducir porque caminar que pereza y me se va el alisado.

La ciudad de concreto es un refugio que nos "protege" de nosotros. Algunos creíamos que la aparición de una computadora era el fin de la humanidad. Que mucha tecnología nos deshumanizaría. Y es probable que sí. Pero eso sucede desde mucho antes. Por suerte no tenemos que sobrevivir en el bosque. ¿Pero no sería mejor conocer esas tecnologías innatas que tenemos? Construir, cocinar, supervivencia, primeros auxilios, orientación, etc. Olvidar esas habilidades es también una deshumanización.

 

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