Sequía, Apagón y Lágrimas
En junio de 2024, Ecuador iba a experimentar una nueva temporada de su serie de suspenso preferida. Varias ciudades del país se quedaron sin luz como resultado de una gestión gubernamental descuidada del aparataje energético. Paralelamente vivimos una sequía hidrológica sin precedentes que vio su fin en diciembre de ese año después de 160 días de ríos empedrados y llanos amarillentos. Y estábamos a la espera de elecciones presidenciales. (Se va a poner peor)Cuando la gente dice “no puede ponerse peor”, es porque se olvidan donde vivimos. En ese marco coyuntural mi familia iba a enfrentar un miedo que aguardaba en las sombras.
Un perro grande y peligroso estaba en el rincón más profundo y estrecho de la casa de campo familiar. La sorpresiva amenaza acechaba oculta en una llanta vieja de la que no quería salir. Mi padre fracasó al intentar disuadirlo picándolo ligeramente con un largo palo. Mi madre preocupada me pidió que ayude a sacar al feroz animal. Vestido sin armadura alguna, en sandalias iba a enfrentar al dragón, mi padre me asignó una pesada pala para defenderme del ataque. Él blandía un palo y una soga para sacarlo de ahí, y de la casa. El enfrentamiento era inevitable.
Lo esperé hasta el último momento con mi pala en mano. Mi viejo viéndolo de frente me advertía que ahí estaba. Yo a un lado, muy alerta empecé a ver, poco a poco, su hocico salir de la oscura guarida buscando el cielo, o nuestros rostros para arrancarlos. La ferocidad de ese animal que apenas cambiaba de dientes fue tentada con mi arcaica y poco probada técnica del “pss pss” junto a un golpeteo de mis piernas con las palmas de mis manos. La bestia decidió embestir mi sorpresa con su cachorréz. Cabeza gacha para que yo crea que está vencido, cola entre las piernas para convencerme de su sumisión. Me muestra la pequeña lacra diagonal que blande su hocico para causar pena. Su sucia peludez y flacura no hacía nada más que añadir artimañas a ese hábil guerrero que sin duda buscaba encajar su letal ataque.
Las pulsaciones de mi corazón aumentaron repentinamente ante los movimientos zigzagueantes del animal que se me acercó ineludible. Mi corazón a 140 bpm. ¿Ansiedad y pánico? A ese nivel de pulsaciones uno está enamorado. El perro emergió a la superficie donde flota nuestra compasión. El anzuelo se atascó en nuestras vísceras, una operación muy comprometida podría extirpar ese arpón, sin éxito.
Aún no tenía el nombre que la llevaría a la fama… Cornelia.
Escondida entre unas llantas viejas, sale, mea y se revela perra. Mestiza abandonada y maltratada de seis/siete meses de mediana estatura, con abundante pelaje amarillo y con un toque de pelo negro que decora su lomo como una pequeña capa de heroína abierta a lo ancho y largo. Lleva franjas de pelo rojo a los costados, su culo está rodeado de un pelaje blanco que cae por las patas traseras simulando un corgi visto desde atrás. Sus orejas tipo border collie tienen pelos desiguales que sobresalen, como esas imágenes religiosas que representan la iluminación con largas líneas doradas saliendo de la cabeza(todos los perros van al cielo). Su cara alargada y fina, collie/forme, contiene la trampa de sus pequeños ojos cafés que en la noche parecen canicas brillantes que ruegan por comida, esas canicas están decoradas por unas curiosas pestañas rubionaranjas. Su cola se asemeja a la hierba comúnmente conocida como cola de conejo solo que de tamaño monumental, es como un algodón de azúcar con yapa. Sus patas uñeantes raspan a los humanos cariñosos menos versados en el arte de tratar a un perro. El pelaje de sus patas delanteras tiene un secreto que no voy a compartir. La perra ahora conocida como Cornelia enfrenta el miedo de tenerme como jauría.
La acompaño a través de llanos amarillos en búsqueda de un aliciente estomacal y vómito inducido. La veo feliz volviendo con una rata calavérica en la boca que encontró entre las piedras de los ríos totalmente secos. Se caga en la vereda al frente de la cervecería checa al no encontrar un llano cerca. No quiero mencionar lo que se tragó en los paseos suelta en la tres de noviembre en los días de apagones.
Lo que sí quiero mencionar es que un día ladró entendiendo que el territorio donde se sentó es suyo. En esas dos primeras semanas junto a mí, su cola que aún permanecía baja, de repente se levantó. Su cola peluda blandió en alto los colores de su jauría causando el temor de su dueño, de que su bandera alcance el nivel de un can de tres pisos(no pasó).