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jueves, 18 de agosto de 2022

El Juego de la Silla

(Primer collage no sean duros conmigo )


Uno de los factores de éxito de una reunión depende de en dónde están sentados los invitados. No siempre puede ser como en una boda donde pones estratégicamente a familiares, y amigos. A veces es pura suerte.

Pero no voy a escribir desde el que invita, sino desde el invitado que quizás no lo piensa con tanta anterioridad, pero que tiene unos micro segundos para escoger en dónde se va a sentar. Esos micros segundos que cuentan desde la entrada del lugar hasta llegar a la mesa de la reunión son casi definitivos. Cada paso inflige más presión y quizás una mala decisión.

Hay de varios tipos que reduciré a dos: Buenas y malas. Las buenas terminan en “hay que repetir” y las malas. Las malas… las malas son tu culpa porque en esos micros segundos de caminata a la mesa de invitados te sentaste sin pensarlo, así sin más como cuando vas a votar en las elecciones presidenciales. Ya cagaste el país, al menos no la cagues en ese cumpleaños.

Obviando cualquier protocolo formal que no aplica a una reunión de amigos, se sabe que mientras más pronto llegues más cerca de la persona homenajeada estarás. Ahora si no tienes tan buena relación con esa persona mejor llegar un poco tarde con algún amigo que sí te cae bien.

Pero y qué pasa si quieres conversar con alguien en especial pero llegaste tarde porque dejaste todo para el ultimo, como la tesis. Dejar ir. Sí, ya fue, te tienes que bancar a los panas satélites. Que son “ni fu ni fa”, nunca hablas con ellos, pero ahí están orbitando. Al menos tienen los tabacos que nunca compras por tu cuenta.

Resiliencia. Siempre se puede ver el lado bueno de estar sentado justo a lado de la persona que más habla. No para ni para mandarse los tres shots de cortesía. Lo bueno es que puedes pasar desapercibido si no te gustan los reflectores. Igual ya se saben tus chistes, y no quieres hablar de tus series culposas… ¿Working Moms?

Digamos que te toca al medio de dos amigos que quieren conversar. Esa es otra de las peores desgracias. Lo segundo peor en la escala del violinismo, y más aún si la persona que te gusta es la que te ignora. ¿Cómo salir de esas? Riega el trago. Nunca falla. No mentira. Ríndete campeón, tampoco uno es tan loser de decir “siéntense juntos mejor” nooooooo. Retroceder nunca, estorbar siempre. Ya se va a ir alguien al baño igual. No lo desperdicies, como desperdicias la plata en trago.

Bueno este blog no es Cosmopolitan, peor el Manual del Manuel Carreño. Solo quiero dejar claro que el éxito de ser invitado a una reunión depende de ese número finito de pasos mientras te acercas fatídicamente a la mesa. Éxito o fracaso, a la final es el juego de la silla, alguien siempre se cae.


lunes, 6 de junio de 2022

Pánico en la Montaña

 

A la naturaleza se la relaciona comúnmente con sensaciones de paz, tranquilidad, equilibrio, pureza, etc. Hay otras palabras no tan populares con las que también se la relaciona, y que pocos suelen comentar. Una de ellas es el miedo.

Se dice que el personaje en el que se inspiró Spielberg y Lucas para crear la historia de Indiana Jones fue el estadounidense Sylvanus Morley, arqueólogo y espía en la primera guerra mundial. Mi imaginario sobre un espía y arqueólogo no me permite divagar sobre la torpeza o los miedos que un personaje así podría tener. Indiana Jones es un ejemplo estereotipado del aventurero sin miedo.

¿Te imaginas  al audaz Thor Heyerdahl asustado en su Kon-Tiki en el océano? ¿Un Edmund Hillary abortando misión en medio camino a la cima del Everest porque le dio pánico? ¿O un Neil Armstrong aterrorizado en medio del espacio a punto de llegar a la Luna? A todas estas preguntas la respuesta es un rotundo no.

Heyerdahl en sus memorias “Tras Los Pasos de Adán” se lo descubre como un niño con miedo a la oscuridad, incluso al agua. De Hillary se supo que las dudas y los miedos nunca lo abandonaron hasta llegar a la cima. De Neil Armstrong se decía que tenía pánico escénico, y que después de algún tiempo del alunizaje tuvo un tratamiento psicológico para tratar una depresión post hazaña.


Edmund Hillary y Tenzing Norgay, Neil Armstrong y Thor Heyerdahl

Son algunos nombres legendarios de la historia de la aventura humana, que aunque son eternos, también demostraron ser vulnerables. Yo no me comparo con ninguno de estos buenos hombres ni mucho menos. Pero sí he experimentado el miedo en mis aventuras.

En el 2015 viajé a Perú para conocer ese hermoso país vecino. En Huaraz, al norte de Perú, en mi camino a la Laguna Churup, sin agua y sin comida (una tontería de mi parte), me encontré en media montaña totalmente solo, con un viento brutal, helado y ruidoso que me obligó a sacar mi móvil y escuchar música para liberarme de ese estupor en el que caí.

En el 2019 tuve la oportunidad de subir a la cumbre del Cotopaxi con mis amigos. El entrenamiento lo hice en las cercanías de Cuenca, en el cerro de Monjas, en el Sagrarrumi en Barabón, y el Parque Nacional El Cajas. Paraguillas es uno de los sitios perfectos en el Cajas para entrenar altura y aclimatación. Esos días estaba terminando una relación sentimental, y decidí ir solo a Paraguillas, mi caminata estuvo normal en un día frío y ligeramente lluvioso, pero empeoró muy cerca de la cumbre. Lluvia, un fuerte viento y una tormenta eléctrica me obligaron a desistir de esa cumbre que conozco perfectamente. Ese día mi mente se llenó de pensamientos negativos, tanto que me temblaban las piernas y no podía dar un paso. Salí de ahí al borde del pánico, y en el auto me reproché mí avanzada en ese clima tan poco favorable.

Este pasado mes de mayo volvió a aparecer mi miedo en una montaña del sector de soldados. Desde el camino había visto curiosas formaciones rocosas en la punta de algunas montañas de esa región. Quería verlas de cerca. En mi primer intento desconociendo los senderos, y atravesándome pajonales por al menos dos horas en terreno vertical descubro que quizás estoy a una hora de mi objetivo rocoso. Apareció un viento fuerte y ruidoso. Mi mente empezó a lanzar pensamientos negativos, uno tras otro. Decidí regresar una próxima vez acompañado. Este fin de semana logramos llegar a la cumbre con mi amiga Sofi.


1. Empezando el viaje a Perú 2. En camino a la laguna Churup 3. Un buen día en el Cajas pre Cotopaxi

4. En alguna montaña del Azuay

¿Qué es lo que estaba sintiendo? 

Miedo 

¿Cómo es mi miedo? 

Empiezo a pensar en que podría accidentarme, que cómo podría salir de ahí si nadie sabe que estoy ahí, tampoco tengo señal en mi celular ¿Cómo me van a encontrar? Recuerdo a conocidos caminantes de mi ciudad perdidos, accidentados o muertos en sus recorridos. Mi ansiedad roza el pánico. Empiezo a sentir un leve temblor en mis piernas, el miedo, el pánico pretende estacionarse en mí. Mientras el miedo avanza mis ojos empiezan a arder, y me desespera que quieran cerrarse. Ante mi falta de “cabeza” y renunciando a mi ego, mi ambición de llegar a mi objetivo, simplemente abandono y regreso. Me reprocho esa actitud y me sorprende mi falta de serenidad, de calma, y temple. Me cuesta admitir que tuve miedo, que perdí el control.

No podía identificar el origen de ese miedo hasta ahora. Algunas frases me daban alguna pista. Me encontré con:


“We must take the feeling of being at home into exile.We must be rooted in the absence of a place.” -Simone Weil


Accepting Responsibility. Here, you focus on being responsible for the situation, rather than assigning blame, wishing that the situation was otherwise, or hoping for magical deliverance. Blaming, wishing, and hoping take power out of your hands. Accepting responsibility comes to terms with the objective information you gather about the risk.    -Arno Ilgner


Pero no es sino hasta que veo el video de “Espíritu Libre” que tengo una respuesta. Es el sobrenombre de un holandés viajero, un youtuber que se llama Martijn Doolaard, que realizó un viaje desde Vancouver a la Patagonia en bicicleta. El describe las experiencias en lugares desolados como abrumadores y dice sobre el desierto:


“The scary thing about the desert is not the silence, is not the fear of having not water, the drought, and it´s not the thunderstorm, it´s the lack of control over what you´re going to do… and there´s just nothing there, but you and the stars, and it can kind of freak you out… and you are physically very alone and if you freak out, you don’t´ have the choice… and that lack of control is sometimes very frightening”


“La falta de control”. Esta es la frase que me devolvió la tranquilidad. No necesito estar en un desierto en la mitad del camino entre Vancouver a la Patagonia para sentir esa falta de control. La pude sentir varias veces en estas experiencias que acabo de describir, incluso en otras en mi vida cotidiana.

Entender de dónde viene ese miedo en la soledad de la montaña me da tranquilidad. No es el tipo de saber que los viajeros comparten con frecuencia, y agradezco a “Espíritu Libre” por exponerlo tan abiertamente. Les dejo el video más abajo para que lo revisen.

Mi larga relación con el miedo siempre ha sido constructiva. Esta no es ni la primera, ni la última vez que voy a sentir miedo. Yo no soy un aventurero sin miedo como Indiana Jones, me parezco más a Heyerdahl con miedo al agua, a Hillary lleno de dudas, y Armstrong con pánico escénico. 

Comparto este texto con ustedes que espero que les sirva en sus viajes más tranquilos, como en los más audaces. Será un gusto leer sus experiencias de viaje al aire libre en los comentarios.





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