En el capítulo anterior vivimos ¿a tope? la vida con Windows
95. Tenía solo 13 años. Pero no todo termina ahí, una cosa era, por fin, tener
un computador en la casa, y otra tener un computador en la casa con internet.
Bienvenidos nuevamente al jardín de la memoria donde la imaginación interviene
solamente por motivos cinematográficos.
A los 13 años me interesaba mucho la música de Oasis, aún
tengo casetes grabados de lado y lado con “Stand By Me” eso nos sitúa en 1997,
para mí solo existe la radio 949, y uso bolígrafos para retroceder las cintas.
Ya derrocaron a Abdalá por loco, y empezó una ronda de destituciones presidenciales
que duró años. En mi casa también nos íbamos derrocando el turno para usar el
computador, la preferencia la tenía la “dictadura” de mis padres claro. Tres
hijos y una computadora, era una invitación al Kumité. Y se iba a poner peor, y
el país también.
Había que hacer los deberes, y si la enciclopedia de la
familia no era suficiente tenías dos opciones: Encarta Multimedia, o seguramente
pisaste un Café Net, fuente del preciado internet que aún no era tan fácil de
tener en casa. Aquí se puso curiosa la historia.
Seguramente cada vez son menos los que recuerdan el sonido
del modem telefónico conectándose al internet, glorioso y dramático sonido,
dopamina a tope. Aparece en muchos momentos de la cultura pop por ejemplo: en
la película The Matrix de 1999, o en la canción “Freeek!” de George Michael.
Cuenca tenía en los noventas varios proveedores de internet,
recuerdo ETAPA, Satnet, y Telconet. Las buenas conexiones estaban destinadas a
empresas, y oficinas gubernamentales, al mismo tiempo, empezaron a aparecer
claves de internet de sabe dios quién, que terminaban siendo de uso colectivo.
Claves veíamos orígenes no sabíamos.
Un buen día deciden poner internet en la casa. Yo estaba
listo, pero no para lo que el Daniel tenía preparado. Juegos vía modem.
Ya sabíamos desde un principio que esto no iba a ser barato.
Así que probamos con un juego que se llama Descent, un shooter de naves en el
espacio, podíamos jugar entre nosotros desde nuestras casas, inteligencia de
verdad. Nuestra emoción fue directamente proporcional a la ira que tuvieron
nuestros padres al ver la cuenta telefónica. Teníamos que turnarnos, y además
jugar a altas horas de la noche para que nadie se le ocurra usar el teléfono,
porque se desconectaba. Empezó con Descent, después otros incluyendo Doom, o
Warcraft.
La adolescencia es una etapa de experimentación, y si a eso
le añades acceso a internet en la casa… adiós The Film Zone. Las fotos nunca se
cargaron más lento, al mismo tiempo que nunca causaron tanto suspenso. Las
razones eran académicas por supuesto. ¿Cuál era el top of mind de los 90s? Playboy “Click here, click here”.
Y los chats internacionales. Empecé usando el mIRC,
predecesor del ICQ. No sé ni cómo es que llegué a esos programas de chat, ni
cómo terminé reuniéndome con una señora que conocí en el ICQ, que me mostraba
orgullosa las fotos de su hija de mi misma edad. En esa época conecté con
varias amistades internacionales que aún continúan. El mundo es el límite. ¿Recuerdan
la línea aquella de Jurassic Park en la que el Dr Ian Malcom dice que la vida
se abre camino? ¡Totalmente! La vida se abre camino, y busca la colisión, sale
a su encuentro. ¿Latin Chat? ¡Cuándo un chat intergaláctico! Futurama.
¿Les dije que sabíamos que todo esto iba a salir caro? El
predecesor más caro a esas edades fue el MemoBox, pero no podíamos jugar vía
modem en el MemoBox. Entonces el castigo. Chao internet, venga tarjetas de ETAPA
y café nets. De consuelo tenía el MTV de los noventas, las series de Sony, y la
increíble oferta animada de Locomotion. Algunos usábamos Netscape como
navegador Web. ¡NETSCAPE!
Esos mediados de los
noventa vieron nacer eBay y Amazon. Yo tenía una desconfianza con eBay, además
de que mis viejos no me iban a prestar una tarjeta de crédito para mis
exploraciones, Amazon ni siquiera estaba en mi imaginario de posibilidades. Para
todo esto se necesitaba al menos tener un e-mail. Aun uso mi primera cuenta de
Hotmail. ¿Yahoo!? Ese estaba destinado a los registros de dudosa procedencia.
El tiempo pasa tan rápido como en esa época de presidentes.
Aparecieron los blogs, Bill Clinton y Mónica Lewinsky nunca lo olvidarán. ¡Yo
hice este blog en 2007! Las novedades nuevamente con Windows 98, nació Google,
con el Daniel escuchábamos el Ok Computer, tomó su tiempo asimilarlo… ¡Échale
SimpleText de Macintosh!
“Fitter,
happier
More
productive
Comfortable
Not
drinking too much
Regular exercise at…”
El “Feriado” estaba en camino. The Matrix era “the new shit”
con sus preguntas filosóficas “Who Am I?” y sus innovaciones en el cine. Salió
ese “You Get what You Give” de los New Radicals, pero seguro no se referían a
los Isaías, ni a Mahuad.
Por otro lado, había rumores de que podíamos descargar
música gratis desde el internet. ¿Música gratis? No se diga más. Así empecé a
usar LimeWire. Napster, el pionero, me llegó mucho más tarde, cuando ya estaban
en litigios legales. Era joven pero ya me preocupaba el tema de la libertad en
la WWW. Empecé a usar Napster, “traicionando” mi fidelidad por el LimeWire, con
la idea paranóica de que en algún momento la policía iba a tocar a la puerta de
la casa para encerrarme por piratería. Hasta me imaginaba que me perseguían por
la calle mientras caminaba, practicaba mis métodos para perderlos entre la
gente como Jason Bourne, solo que aún no estrenaban esa película, así que mejor
como Gene Hackman en Enemy of the State. Aún no veía Hackers. ¿Qué le pasó a
Jonny Lee Miller? Yo me bajaba dos canciones del internet, y ya me creía un
renegado del sistema.
Unos meses antes de la dolarización se estrenaba la que iba
a ser la mejor película del cine ecuatoriano “Ratas Ratones y Rateros” de
Sebastián Cordero, con una banda sonora maravillosa que incluye a Sal Y Mileto,
y Sobrepeso entre otros. Recuerdan “Fin del Milenio” que parecía llegar como
para cerrar un ciclo. Yo seguía castigado usando tarjetas de internet de ETAPA,
y en las noticias anunciaban cuatro cosas: La dolarización, el Jubileo 2000,
Windows Millenium(el peor jamás creado), y el fin del mundo con el Y2K.
Nos graduamos en el 2000. El Daniel y yo ya estábamos en la
salida del colegio para celebrar, se acabó una etapa. Yo dije “somos libres”
pero con emoción artificial, el me preguntó si sentía algo diferente, yo le
respondí que no, como que me daba lo mismo. Millenials a la espera de la odisea
del 2001.